martes, 15 de junio de 2010

Creación literaria


Héctor Viveros Reyes (Guadalajara, 1976). Poeta y narrador mexicano. Entre sus publicaciones constan algunos nombres. Los poemas que aparecen en esta muestra pertenecen a su poemario La mecánica del mal.



El primer trago de cerveza
sabe al último beso que te di
cuando eras joven
y te amaba,
cuando no me amabas.

El sabor amargo
de las brisnas
del tabaco Monterrey
tiene un dejo,
un algo a tu sudor,
cuando te subía
mi lengua ansiosa
por la espalda.

Algún día encontraré
otra mujer
con un sexo
que deje el gusto
de las últimas gotas
de una Coca-cola
tibia y sin gas.



Cómo si hubiera
salvación posible
de nosotros mismos,
de nuestra rabia,
nuestras ansias,
de nuestra hambre
desnuda y descarnada.

Es de nosotros
el sabor dulce
de la venganza,
el placer embriagante
de una malicia
lenta y soterrada.

No miramos al abismo
para que éste
nos mire de regreso…

Nosotros miramos hacia abajo
para ver nuestro reflejo.



He pasado
puede que ya demasiadas
noches ahí.

Ustedes lo han visto,
el riojoso hotel
pintado de rojo
en la avenida más poco ilustre
del centro de la ciudad.
Sí, Ustedes saben,
Aquel con las putas
de mamadas de a cien varos
al lado de los tables
con las chelas de a cuarenta.
Aquel lugar por el que pasan siempre
cuando hay que ir por un trago
o a tomar ruta hacia el estadio
un domingo por la tarde.

Les contaré que los espejos
están despostillados;
que los colchones
rechinan afinadamente;
que las cucarachas
se están volviendo
más inteligentes
y que no me extrañaría
que por sus antenas
se estén transmitiendo
los planes
de nuestro exterminio.

Las lozas amarillas
del piso del baño
están fracturadas
y hay salitre
en el marco
de las ventanas.

Pero luego,
después de contarles
otra vez
lo que ya saben
(no jueguen a ser inocentes,
mucho menos conmigo),
les hablaré de lo que es
sangrar,
morder,
quemarse
y estrangular
por placer
en ese escenario.

Eso lo sé
(las paredes hablan),
no les ha pasado
a Ustedes.

Si así fuera,
tendríamos más
de que hablar,
y nos sentaríamos
a la misma mesa.


Uno empieza por lo bajo,
robando galletas
siendo niño,
probando galletas
de mariguana
en la secundaria,
rompiendo galletas
de la fortuna
entre las piernas
de sus compañeras de liceo.

Se roban libros
al por mayor
en las grandes ferias,
y a veces,
si se decide ser así de cínico,
ir a la paquetería
de las librerías
a encargar que te cuiden
por la tarde
los libros que les robaste
en la mañana.

Y uno sigue
(no termina,
porque terminar
está prohibido)
por robarse las vidas de otros
para tener que contar
en el bar
y recibir
un buen aplauso
y muchas
mentadas de madre.

Cómo será así
que aunque no te respondo
las llamadas
ni te agrego
a la cuenta del facebook
ando contando por aquí
del sabor entre tus piernas
y que te llevo flores
a la tumba,
si ni muerta estás…

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