martes, 15 de junio de 2010

Editorial

Una sala desierta nos espera


El cine en nuestro país se lo vive de dos formas: 1) desde la comodidad de una butaca y frente a una pantalla gigante; y, 2) desde una sala, cama y una pequeña pantalla de televisión. La primera opción no siempre es la más favorable para al producción nacional, sin embargo para la internacional es la más recurrente.

El cine ecuatoriano ha dado grandes pasos en su historia, sobre todo a partir de mediados de los noventa, cuando irrumpe en la filmografía nacional Ratas, ratones, rateos que marca todo un hito en el cine contemporáneo del país. Lamentablemente este cine nacional no ha gozado de una debida aceptación total de su mismo público. Y una evidencia de esto es como las salas de cine no comercial o consideradas culturales, sobre todo en las ciudades con menor desarrollo cultural (valga la redundancia), son desiertos amplios. El público no asiste, prefiere la cinta comercial de momento a relacionarse con películas que podrían reflejarlos.

Este desinterés por la producción nacional (no de todos los ecuatorianos, por cierto, sino de una proporción mayoritaria) preocupa a quienes fomentan la producción nacional, porque so no se apoya lo que se hace en el país, el mensaje que proyectan los realizadores en sus obras no cumple su finalidad, queda en el limbo. Pero más que esto preocupa que en vez de asimilar un mensaje, o múltiples mensajes, relacionados a la cultura e idiosincrasia ecuatoriana, se opte por modelos foráneos.

Por eso vayamos al cine, apoyemos a la producción ecuatoriana, las opciones son múltiples y varias interesantes.

Los editores

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